domingo, 28 de octubre de 2007

Sopelú


Yo siempre me quejaba de que Peter me hablaba en imperativo: Cierra la ventana. Ven aquí.

No entendía por qué no podía decirme: ¿Puedes cerrar la ventana?, o ¿Puedes venir aquí?


Yo se lo decía, el lenguaje es muy importante, Peter, el lenguaje lo es todo.
Pero a él le daba igual el lenguaje (y ya sea dicho de paso, también le importaban un carajo las tildes). Mientras yo cerrase la ventana y me sentase encima suyo a besuquearle el cuello a él se la sudaba todo.


La verdad es que durante un tiempo a mí también me dio igual, pero luego las relaciones se tornan costumbre y la cosa cambia. Una tilde en fué puede acabar con una relación, sobre todo si a mí me tiene que venir la regla.

El otro día mi madre me confesó que me tiene miedo. Yo siempre evito discutir contigo, me dijo. Al principio no pude evitar sonreír. ¿Pero por qué? Le pregunté como si no conociera la respuesta.
Porque contigo siempre pierdo. Tienes mucha fuerza, contigo no se puede discutir. Sabes dónde atacar.
Y entonces la sonrisa se me fue cayendo… La verdad es que soy bastante dictadora, me parezco más a Peter de lo que he querido creer.

Peter... Él es el único que se atreve a decirme que mi forma de escribir es vomitiva. Que no tengo gracia. Yo lo sé, pero es que es para mí es una droga, no puedo dejar de hacerlo.

Me pregunto qué será de Peter. Qué habría pasado si yo hubiese decidido irme con él a Alemania. Tal vez nos habríamos matado. Yo por lo menos le habría matado, estoy segura.

Si lo pienso ahora, el viaje a Bilbao fue más bien positivo, tanta belleza y naturaleza. Yo me puse enferma, no sé si sería por el polvo de esa vieja casa en la que dormíamos, tenía ratas y la buhardilla además de estar plagada de maravillosos libros, albergaba una familia considerablemente grande de arácnidos que acechaban al menor descuido. ¡Bah! A mí esas cosas nunca me han molestado. Pero el frío y los estornudos, eso sí que era insoportable. Peter me abrazaba para calentarme y me traía mantas, la verdad es que siempre me ha cuidado muy bien. Y la gente no sabía que estábamos juntos, esa era una de mis rarezas.
Es que no estoy segura, Peter. Peter se enfadaba tres días, me daba un ultimátum y luego todo volvía a ser igual. Nos besábamos en secreto y hacíamos esas cosas de enamorados. Él no sabe que el otro día me preguntaron y no me importó decir la verdad: Bueno sí, alguna vez nos hemos acostado...

Peter tiene el don de hacerse odiar. A veces yo también le odiaba. ¡Se cree tan perfecto! ¿Perfecto por qué? No lo sé, pero habla con una seguridad desgarradora, cree que podría gobernar el mundo si se lo propusiese, y claro, ¿quién se lo va a negar? Yo no.

Me conformo con saber que es dulce y que siente una ristra de cosas que sólo yo conseguí averiguar. Me enseñó los videos de su infancia. La verdad es que de pequeño era monísimo, y con la música de fondo que le añadió su madre al video, ¡se le saltaban a una las lágrimas! Por lo menos pude ponerle cara a su padre. El mismo hijo de puta que se fue de casa y no volvió a llamar jamás. Al principio de conocer a Peter yo quería que dejase de odiar a su padre, me sentía como su hada madrina, quería conseguir que cambiase el odio por indiferencia, pero acabé odiando yo a su maldito padre, y comprendiendo que él nunca le había odiado.

Me gusta recordar los días que pasé con Peter en Bilbao. Aunque yo tenía ganas cero de moverme del sofá, Peter me obligó a salir con el catarro a cuestas a ver el mar. La marea estaba baja y me dijo que se veían los crustáceos de puta madre. Entonces se me olvidó mi congestión nasal y como una niña bajé corriendo a coger cangrejos.
Corre corre, haz una foto, corre. Pero a pesar de su particular manera de caminar, el cangrejo desaparecía siempre antes de que Peter hiciera el click. Y por cierto, no caminan hacia atrás sino de lado.
Yo entonces ya sabía que algo no iba bien. En mi mente había más cosas, y de vuelta a casa no le di ni un beso.
El lenguaje. No creo que fuera esa la causa que me llevara a dejar de verme con él. Claro que le he querido. Mi mejor amiga dice que siempre hago lo mismo: “los enamoras y luego los dejas”. Y yo pienso que nadie se enamora de mí.

¿Quién podría enamorarse de mí?

Lo que pasa es que la gente a mi lado se siente a gusto, se enamoran de ellos mismos, de cómo yo les miro, de lo que les descubro sobre ellos. En todo el mundo hay dulzura y en todo el mundo hay bestialidad. Y el lenguaje, el lenguaje lo es todo.





Foto: Luis Vence

5 comentarios:

Anónimo dijo...

De pequeña le decían "muy buenas ideas pero mal expresado". ¿Ahora? Ahora nadie dice.

EL BUSCADOR DE ... dijo...

Se nota una formación similar.
¿Institución libre de la enseñanza?
en forma de escribir familiar.

Anónimo dijo...

Tú lo sabes, me diste tú la idea, aunque no te dijera que la ponía en práctica. Pero está claro, se ve claro, es que me aburro Félix!! Me aburre escribir y que nadie me critique!!! Así cómo se puede mejorar??? Un beso enorme!!

Lu.

Anónimo dijo...

La palabra de la película de woody Allen es CUÁNTICA.oTRO fe.

Luciérnaga dijo...

Hoy en casa, con dolor de ovarios, estrés y un bajón enorme, de esos que lloras por todo, que crees que nadie te quiere y que te odias por tú quererles, releo el texto y me ha reconfortado.

Nunca pensé que diría esto de algo mío.

El lenguaje... ¡ay! el instrumento para acercarnos (o alejarnos)...

esconde tantas claves...

Ascensor. ¿Alguna vez alguien se ha preguntado por qué se llama ascensor si también desciende?

Cuando se inventaron sólo servían para ascender.

Maldita regla, y malditos los hombres.