No son los perdedores, aquellos desposeídos, que han sufrido, que han sido marcados y por ello situados al limite los que deben de servirnos de faro, ya no. Podrían ser un revulsivo, aquella bofetada que necesitamos cuando obstinadamente seguimos sin querer ver nuestro mundo en su autentica dimensión, de inabarcable pesadilla. Un caos organizado, tremendamente injusto y despiadado pero a la vez hermoso, radiante de fascinación, que nos conmueve y nos aterra. Endiablado baile de condenados. Asistimos al espectáculo de la desintegración con una cerveza, la sonrisa y gotas de humor ácido. Oh, este paraíso que arde, este desierto de metal y cemento donde a veces crecen flores y si apagamos las luces hasta brillan las estrellas. Buscamos la belleza, se nos muestra esquiva pero viable. Enterrada la luz entre la basura. A pesar de todo subyace la sorpresa, sigue habiendo talento en las cloacas. El esplendor permanece a buen recaudo, haciendo guardia junto al talento. La búsqueda es inútil si vuelves la vista atrás, no sirven los referentes de la historia, aquella pesa y arrastra: suicidio. Miserable cúmulo de atrocidades.
El laberinto tiene un atajo y un puñado de resistentes lo transitan: el juego de la infoesfera. Ese surrealismo cotidiano y la imposibilidad de recuperar el sentido de la realidad nos deberían conducir hacia ejercicios innovadores, arriesgados, ¿qué perdemos, la gloriosa mediocridad? El artista del siglo 21 podría ser alquimista, manejar las técnicas de los mass-media, de la publicidad, del poder para intentar despellejarlo, procurarle un espacio vacío y desnudo de razones y argumentos. Podríamos ser geniales y unir ciencia con poesía, desertar de la cultura de lo privado: el conocimiento de y para todos, exigir trueques, inspiración por comida, creación por utensilios, oralidad por sexo, emisión gratuita de poesía, renunciar al mercado, vaciar los museos y llenar las plazas. Ser consciente de la intrascendencia del ser y del poseer, de la grandeza del existir, del aprender, del compartir.
Félix Menkar.
5 comentarios:
Sobre todo de eso, de compartir!!
beso!!!
Para ya!!!!
El grupo de teatro callejero.
Claro que sí, hagámonos nuevos!!!
la fascinación y la genialidad son conceptos aplicados a la creación literaria más propios de un discurso no libertario. No creo que se pueda apostar por devolver el arte a la plaza y al mismo tiempo apostar por la genialidad.
el arte en la plaza de que sirve si solo se expone lo genial? que es lo genial? quien lo decide? quien fija los marcos del arte?quien dice lo bello?alguien? uno mismo?
hace falta talento para crear arte?...si la respuesta es si, no es ese arte el que se busca. O almenos no es ese arte el que sirve para desmontar el aparato.
yo, no kiero ser genial
PD1:el mundo caótico, despiadado pero a la vez hermoso... significa que hay luz entre lo oscuro o que es bello el caos?
PD2: discutan lectores¡
Al final me ha dado tiempo de mirarlo... Y me ha parecido muy interesante, realmente...
Esconde, quizás, un trasfondo más profundo del que se capta con una simple lectura...
Bonitas frases, sí!
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