martes, 13 de mayo de 2008

El Chico Tornillo

El Chico Tornillo.

Crish tenía un tornillo metido en la cabeza por lo que todo el mundo se reía de él. No sabía exactamente cómo llegó allí y las respuestas de sus padres eran ambiguas cuando se referían a este asunto. Quizás, porque ni ellos mismos sabían su procedencia o tal vez, porque, sencillamente, siempre que se le ocurría preguntar acerca del tema estaban ocupados haciendo otra cosa; viendo la televisión, redecorando la casa o cuidando el jardín. La primera vez, Crish se lo comentó a su amigo Sam, en confianza y cómo quién cuenta una anécdota cualquiera, “Ah, pues tengo un tornillo en la cabeza”, dijo. Entonces Sam se lo comentó a Peter, y Peter se lo comentó a Cinthya y Cinthya se lo comentó a Jennifer y su pandilla de amigas malcriadas y de ahí se extendió al resto del mundo como una negra nebulosa (incluso llegó a oídos de Ernie, y finalmente, a oídos de Papá y Mamá). No tenía porqué resultar gracioso, pero un día alguien decidió que el hecho de que Crish portara un tornillo en la cabeza debía resultar muy gracioso. Y así, el resto de la gente se dejó llevar y ahora cada vez que Crish aparecía en cualquier momento y en cualquier lugar, la gente lo señalaba como a un bicho raro y finalmente se reían. Eran risas sordas, cómo enlatadas y vacías al mismo tiempo, risas que escocían las almas de quiénes la sufrían. Todos sabían de qué se trataba, pues alguna vez les habían tocado sufrirlas, pero sin embargo, todos se apuntaban al grupo de quiénes reían y nadie, a su vez, se apuntaba al grupo de quiénes las sufrían. Crish las sufrió desde los cuatro años hasta que se hizo más mayor. De poco sirvió que hiciera acopio de diversas cualidades y las mostrara públicamente. Era, por ejemplo, un excelente jugador de ajedrez y relataba historias imaginarias como nadie, historias que partían directamente de su cabeza, de su cabeza con un tornillo metido dentro.

Un buen día, Crish escuchó en casa que a sus padres lo destinarían a trabajar bien lejos, a otra ciudad, lo que significaba que todos, Ernie, sus padres y él mismo cambiarían de lugar de residencia en un periodo breve de tiempo. Y Crish, que se sentía ya mayor, decidió volver a ser pequeño. Cuando estuviera en una nueva ciudad, con compañeros nuevos, amigos nuevos, aula nueva y profesores nuevos, no haría alusión acerca de su tornillo en la cabeza y sacaría a relucir sus viejas historias imaginarias, sus ganas de jugar al ajedrez, sus años perdidos. Quizás la vida no era tan amarga como él había pensado. Pasaron los días y las noches como resistiéndose, como si quisieran arañar el tiempo hasta hacerse eternos. Pero pasaron, y al fin, Crish podría disfrutar de sus nuevos compañeros, de sus nuevos amigos, de su nueva aula y de sus nuevos profesores. Suficiente incentivo para que Crish fuera el primer día a clase rebosante de ilusión. Muchos rostros nuevos que almacenar en su frágil memoria. Durante los primeros días, le pudo el miedo. Así hasta que un día de mucho sol, se repuso, y esta vez, animado, se decidió a conversar con alguno de sus compañeros. Se dirigió a uno y le habló. Le contó que provenía de una tierra lejana, dónde los niños poco tenían de niños. Luego, le dijo que le gustaba inventar historias y relató sus mejores historias sobre dragones y unicornios, sobre bandidos, sobre magos y brujas, y también sobre pociones mágicas, leyendas o héroes de ultratumba. Crish advirtió de que el chico gesticulaba con incredulidad al escuchar sus fantásticas historias, así que cambió de parecer, interrumpió sus cuentos y ofreció a su nuevo amigo jugar una partida de ajedrez. El chico le miró asustado, rehusó su invitación y huyó despavorido. Crish quedó cabizbajo, pensando. Cuando alzó la vista, la incredulidad no era sólo propiedad de aquel chico, sino que se había extrapolado al resto de la clase. Todos comenzaron a mirarle con extrañeza y a emitir risas enlatadas, sin alma. Todo comenzó a sonar familiar. “A este chico le falta un tornillo”, dijo una voz a su espalda.

Scriers.


3 comentarios:

Luciérnaga dijo...

¡Bienvenido!

Me ha gustado tu entrada, cómo lo has contado y la cordura de tu personaje, condenado a vivir en sociedad, suciedad... o simplemente, condenado a vivir.

¡Un saludo!

Sergio dijo...

Bienvenido, ya tenía ganas de oir esta historia, nos vemos pronto... Vivan los tornillos!!!

Javier Uve dijo...

¡Hola Javi! Muy buen relato. ¡Bienvenido!