miércoles, 30 de julio de 2008

Conducirse al extremo acuciante
de la duda sobre la propia moralidad.

No arrasar los campos cubriéndolos de sal,
no condenarlos al barbecho eremita del silencio interior.
No asediarse a preguntas
(la guerra es el empirismo de la sinrazón).

Optar entonces por abrir las puertas,
horadar una brecha en la muralla
dejándonos a merced
del pillaje
en favor propio.

1 comentario:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Adrian:

como si fuera poesible
decirlo
como fue posible el poema
qué al huérfano
brindó su música que es un abrazo
así, un poco de fragilidad
y tanto más de compasión,
tu vida nos entinta
para que la luz no atrape el miedo,
con la sabiduria
de las hojas caducas,
con el descrédito
de los que aman contra lo útil.

Un abrazo y más, querido Adrian. Tu poema es grande, si.

Vik