miércoles, 25 de marzo de 2009

Será una línea editorial, por eso de editarlo linealmente.
Tal vez de ser Indiana Jones tras la calavera de cristal por ajustarle las suturas, primo español de Jhon Zena, lo de no haber visto últimamente castillos por el cielo y ver, en los ojos de los churreros de madrugada, regalar porras a los indigentes. ¿Crisis? ¿Desde cuando? ¿Por dónde? ¿Para quién?
Lo habré dicho varias veces, acaba uno diciendo tantas cosas que pertenecían a un silencio…, son los chinos, creo, tienen la misma palabra para crisis que para oportunidad.
Me resulta necesario decir, que no soy católico precisamente, ni creo en ninguna sectarización o imperio de las ideas, que se alce como un órdago a la entraña de la vida, para alejarse del natural estado de armonía, de paz, de ser. Como se ve por todas partes. Por sufrir, sé, que todos sufrimos. Como parte de un proceso, como formas de verlo.

Bueno y eso, seguramente por despistes del guión no se atribuye esta historia al personaje, ya es mala suerte que te pille un carro..., pero como prometí ahí va, la historia del perro.

Iba Jesús con sus apóstoles, por un camino, en el cual a un lado, yacían los restos de un perro muerto. De las tripas del perro apuraban su festín decenas de moscas jocosas (me voy a permitir alguna licencia). Al aproximarse, más de un apóstol vomita la última merienda, angustiado.
Se acerca Jesús tranquilamente y dice:

Bonita dentadura.

No hay comentarios: