lunes, 4 de mayo de 2009


Licenciado en medicina por la universidad Nacional Autónoma de México, Manuel Arrieta preside la Asociación Nacional de Holomedicina y es asesor de Biofísica del Colegio Nacional de Médicos y Profesionales en medicina Alternativa.
Su interés por la sabiduría de las medicinas ancestrales lo ha llevado a realizar importantes investigaciones y experiencias terapéuticas para integrar los conceptos, de la medicina actual con el conocimiento recibido a través de la tradición tanto en Oriente como en Occidente.
Importantes distinciones jalonan sus trabajos de investigación en terapias alternativas y desarrolla un programa de formación sobre terapias de sanación a diversos colectivos de profesionales de la salud en América y Europa, fruto de su larga trayectoria de investigación en medicina y física cuántica.
Autor de numerosos libros, como “Código secreto del agua” y “El gran libro de la Gemoterapia”.

Manuel, eres médico de formación universitaria. ¿Cómo fue tu integración con la otra medicina, tradicional?
Tuve la fortuna de que en México hace años se intentó un plan novedoso para mejorar la carrera de medicina y entonces en la UNAM, en lugar de hacerla en cinco años, la realizamos en siete. Introdujeron materias como medicina social, ecología clínica, metodología de la ciencia, epistemología, y cambiaron el sistema de formación. De 400 se pasó a 36 alumnos por docente. El título era de médico cirujano, con varias subespecialidades. Al terminar, había que cumplir un año de servicio social y elegí ir a la selva de Chiapas. Desde niño tenía la inquietud de aprender los conocimientos mayas. En ese entonces vi la generación del movimiento zapatista. Había problemas demográficos, el lugar era muy inaccesible, y la ayuda sanitaria no llegaba ante la crecida de los ríos. Así fue que me quedé con los indígenas, sin medicinas, y tuve que acudir a los curanderos.

Un acercamiento singular…
Fue complicado, no habían visto mucho médico por ahí, tenía que hablar la lengua prehispánica. A través de los curanderos aprendí lo que no me habían enseñado en la facultad. Gente con escasa o nula escolaridad que sabía mucho más de plantas que lo que había visto en mis estudios universitarios. Más tarde, me daría cuenta de que los laboratorios eran los responsables de un vacío informativo, intencionalmente. Hice amistad con los curanderos, que me hicieron diversas pruebas, en alguna incluso pensé que me iba a costar la vida, pero asumiendo el reto demostré confianza hacia ellos. De esta forma me enseñaron sus conocimientos de las artes de la medicina prehispánica.

¿Y luego se produjo tu encuentro con Castaneda?
De regreso a la ciudad de México, un amigo escritor había contactado con Carlos Castaneda para presentarlo por una ocasión excepcional ya que no se dejaba ver nunca. Tras varios intentos en la Universidad de organizar conferencias que después se cancelaban, dio una pequeña charla y a través de él contacté con la tradición tolteca. Conocí a su familia, a Don Juan, a los miembros herederos, entre ellos Brida, cuya bibliografía está escrita por Pablo Coelho. Es amiga mía y resulta curioso ese testimonio literario. A partir de entonces mis prácticas de medicina se transformaron: me interesé en la antropología médica, me inscribí en la Academia de Estudios de Medicinas Tradicionales, con la formación como asesor. Empecé a trabajar como investigador y trabé relación con muchos curanderos, ancianos, para estudiar intensamente las plantas medicinales.

Tú hablas de la relación directa entre la Atlántida y la cultura mejicana. ¿Cómo lo explicas?
En el centro del ser humano hay un corazón alegre, feliz, pleno de vida. El recuerdo de esa sabiduría comienza curiosamente, con la Atlántida. Se dice en una determinada ceremonia conchera:…”atlante, tolteca, chichimeca, mexica”. Es la mención de todo el peregrinaje que citan algunos códices, como el Boturini, donde se ve la salida de canoas de la Atlántida, huyendo hacia América, hecho que más tarde llevó a la fundación de Tenochtitlan. Puede advertirse, entre paréntesis, una peregrinación muy similar a la de los judíos para fundar Jerusalén. Este tema está en debate, por que la mitad de los arqueólogos habla de la patria original Aztlán, mientras que otros reconocen que esa es una derivación del nahual, Atlántida. Pero por tradición oral se sabe que este conocimiento viene de la Atlántida desde hace más de 10 mil años, a través del linaje tolteca, y tolteca es la palabra que indica la raza que viene de la Atlántida.

Las profecías mayas son herederas del conocimiento tradicional y anuncian ciclos cambiantes. El último es el del año 2012.

Ellos dejaron grabadas en piedra las fechas importantes de esos ciclos y lo referido al 2012 no es una profecía sino un aviso de que cada determinado tiempo hay cambios. Es una descripción de algo que ha pasado y volverá a suceder, un conocimiento histórico proyectado al futuro.

¿Qué ocurrirá?
En 2012 tendremos un fenómeno astronómico que acontece sólo cada 26 mil años. El plano del sistema solar se orientará directamente hacia el agujero negro del centro de la galaxia, que emitirá ondas gravitatorias que afectarán el ciclo de manchas solares, produciendo super tormentas solares, agitando la magnetosfera, con cambios en el clima. El verdadero cambio climático no está, en esencia, provocado por la contaminación de CO2, sino que éste es un proceso que desprotege y debilita la capa atmosférica. Los astrónomos saben que partir de 2001 comienza un ciclo de manchas solares entre un 30 y un 70% más fuerte que los habituales, como sucede cada once años. El último fue en 2001, cuando pasó lo de las Torres Gemelas, luego Afganistán y los cambios sociales que hemos vivido. La finalidad de estos fenómenos es reorientar a la raza humana y si esto sucede, entraremos a otro ciclo de 26 mil años con una humanidad superior, despierta, de mayor conciencia. La profecía maya, por lo tanto, implica el despertar de la conciencia, del humano superior, responsable con el cosmos, consigo mismo y los demás, que cuida la vida y genera felicidad.


Cuéntanos sobre la tradición tolteca.
La tradición tolteca es una de tantas que en estos momentos están abriendo sus puertas en el mundo. Su sabiduría nos habla de que, tras 10 mil años de experimentación con la conciencia humana, lo único que podemos atestiguar es que somos seres conscientes. El primer acto de los videntes antiguos fue darse cuenta de que todo es energía y no objetos sólidos, como seguimos creyendo. Si pensáramos con esa perspectiva, avanzaríamos enormemente como cultura desarrollaríamos las posibilidades que yacen en el ser humano, la hiperconciencia. El verdadero valor de nuestra tradición son las prácticas que incrementan la conciencia y Don Juan dice que, si el hombre no aprende a hacer una cultura de energía, la humanidad no tiene futuro.
Veamos ahora la velocidad en la extinción de numerosas especies, cuatro de cada diez. Tal vez somos una de esas cuatro y no nos damos cuenta. Nos está perdiendo la soberbia.


Según los toltecas, hay tres niveles de la conciencia. ¿Puedes describirlos?
La primera atención la desarrollan nuestros padres, cuando nacemos. Consiste en aprender a ver, entre los campos infinitos, sólo los materiales. De una posición infinita de percepciones hacemos un filtro, seleccionamos y percibimos algo concreto. La segunda atención será nuestro siguiente logro, que ya han alcanzado individuos como los chamanes y videntes. Consiste en canalizar parte de la energía de la percepción, desviarla de la percepción de objetos y aprender a ver los campos de energía otra vez. Todo el entrenamiento que recibe Castaneda es para que desarrolle “la voz del ver”, la intuición, la telepatía, la clarividencia… En su entrenamiento lo machacaron por que nuestras creencias, nuestra mente, es lo que sostiene la percepción. Si no creemos que esto es posible, no lo vemos. Afortunadamente, mediante la física y la psicofisiología de la conciencia, ahora entendemos mejor como funciona el campo cuántico neuronal y cómo podemos usar el cerebro no solamente para restringir frecuencias sino para ampliarlo, entonces es posible percibir otras frecuencias y otros mundos, que están aquí, ahora, pero fuera de nuestro rango. Y la tercera atención es cuando se contempla la energía, descubriendo que existen mundos sobre mundos, como capas de cebolla, desarrollando la voluntad suficiente como para pasar de unos a otros a través de puertas dimensionales. Es el logro supremo de teletransportarse con la mente, tal y como se describe en el libro de Juan Salvados Gaviota, cuando se convierte en una gaviota celeste capaz de volar con el pensamiento.
La profecía maya se vincula con la eclosión de la segunda atención de manera natural, como florecimiento de la raza humana. A partir de 2012, serán cada vez más los seres humanos capaces de manejarla. Lo estamos viendo con los niños índigo, con unas capacidades que quiebran los sistemas educativos. Los padres y maestros no saben qué hacer con ellos, son supercreativos. Memorización y repetición son las características del modelo vigente. Tal vez por eso carecemos de líderes en las industrias, las empresas, los gobiernos.

Con ese avance evolutivo, ¿qué será entonces de lo que denominamos o conocemos como enfermedad?
Se transformará. Hay elementos que indican que la enfermedad se vincula con
nuestra personalidad, con nuestras creencias. En neurología estamos estudiando la biología de la creencia, que es la que dispara las emociones. Ante un estímulo único, se producen diversas emociones en distintas personas debido alas creencias de cada una de éstas. No todos percibimos igual. En esencia somos seres conscientes de que vamos a morir, lo único real que podemos atestiguar. Por eso, sabiendo que la vida se va rápidamente, la tradición tolteca impuso una disciplina marcial para aprovechar al máximo la vida y desarrollar a tope la conciencia, con la esperanza de que si logramos desplegar la tercera atención no sólo eliminamos la enfermedad, sino que escapamos de las garras de la muerte.


Mientras tanto, ¿qué aconsejas para estos momentos críticos a escala planetaria?
Es fundamental que la gente aprenda técnicas para reducir el estrés, como meditación, relajación, control mental, etcétera. También, nutrirse bien para reducir el estrés bioquímico y evitar la agresión de los conservantes y productos artificiales, como también los efectos de los microondas; así aumentaremos la resistencia biológica. Y trabajar a nivel psicológico para el desarrollo de la inteligencia emocional y la auto estima, para así proteger el sistema inmune. Ahora es más importante aprender a comer que comprarse un coche, relajarse que tener ropa de marca, saber profundamente quién soy, conocerme emocionalmente y sanar mis emociones antes que poseer un excelente piso.



Reportaje de Aurelio Álvarez Cortez. Revista, tú mismo

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