Tenía una anotación, de esas para hacer algún “poema”, de las que guardo y olvido las “mejores”, sin remedio, entre desgana y junto a los diez segundos, en los que se apaga la vida de un niño, o los tres millones al año de mujeres que pierden sus genitales “eufemístico”. esta la rescaté, o la rescato. Como tantas otras veces, provenía de un “telediario” en la sobremesa, y después minuto y medio de “manualidad” como récord, se olvidaba un poco “todo”…, y por finalizado el proceso.
La cosa iba de la pobre niña Madeline, bueno, en verdad salían sus padres, la niña a saber, igual que a saber los “padres”. Era una grabación de las navidades de hace dos años, de la “familia apellido paterno y tal” y estaba la niña con su misma melenita, tan feliz y tranquila, como cualquier niño. Sus padres viendo el vídeo intentaban, todo muy “yanqui”, hablar con los secuestradores, e intentaban infundir a su hija la palabra “valentía”. Apunté rápido: “qué sabe un niño de valentía…qué sabe sino vivir, el problema es, que vive en un mundo de mayores”. Y volvió a rondar: “Y que voy a hacer yo, para no hacerme mayor, para cambiarles de mundo a mis niños”
No sería más fácil, cortar y pegar, otra última contracción sensacional a lomos de mi Ego sobre el pergamino virgen de nunca jamás, intrinseco intrincado conjunto de imágenes que me engullen en el anonimato de una cabeza más que piensa, que golpea, que cavila, cuando el universo gira en torno uno, y no se da cuenta de ser ese uno, algo como la resaca del martes, que de galones saco brillo, o la marejada de los días cruzándose con la gente, viendo sólo a ese o a aquel, y nada más.
El poema no lo voy a hacer, para el caso, ya hice esto. Pero bueno, al “final”, "todo" es como "todo". Y así “surge” y así “sale”. Como una flecha hacia el aire
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