martes, 11 de marzo de 2008

A Antonio Méndez

El frío.
No dejaba de golpear la
contraventana.

Tartamudea el silencio.
No sé qué dicen.

Cero, azul, polvo.
Se puede o no estar de acuerdo.
Quizá si consiguiera acallar
las maderas contra el cristal
empañado.

Afuera, aún más urgente, nadie
habla.

¿Importa que tú, madrugador
por osadía,
en estas letras de sombra sobre
la cal
no seas capaz de entender la certeza
del desamparo?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimadísimo poeta, para que mi adorado/admirado Antonio no se me asuste he metido mano en cierto asuntillo que justamente hoy hemos comentado...

ya te estiraré yo de las orejas, ya!

un beso muy muy grande!

pd: he pedido el recibo.

Anónimo dijo...

pd2: tu también eres admirado, mi DQ.

Poesia dijo...

El silencio asusta...menos mal que el amparo de las letras reconforta muchas veces.
Buen texto Víktor.
Un saludete compi.

Víktor Gómez Valentinos dijo...

¿qué no son lo suficientemente grandes mis orejas qué propones tirar de ellas?

Bueno, si has arreglado algo con nuestro adorado / admirado Antonio bien está.

El recibo, si, no lo pierdas, ¿vale?

Buen martes, Lu

Viktor

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Jenni:

Es algo implicito a este poemilla, que se intuye, se siente, aunque no se explicite. Las palabras dan cobijo, calientan, atienden, en el desamparado, ante la fragilidad e ignorancia de tanto.

Buen día, compi.

Víktor