sábado, 7 de junio de 2008


("Y yo sí me corro." Jamás me habían provocado un orgasmo con palabras.)

POEMA DE CÉSAR VALLEJO
LOS NUEVE MONSTRUOS

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!

Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

para eso están, las cortinas digo.

Anónimo dijo...

Un gran poema del indio llorón.

Un saludo

Víktor Gómez Valentinos dijo...

No lloraba el "indio llorón", anónimo. Era por una mínúscula grieta que el mundo entero se desbordaba de llanto. No era el suyo un dolor singular, si no el dolor universal de los pueblos abatidos. No, no era un indio llorón, por él llorabamos los niños nonatos y los viejos de la guerra, las madres sin balas, las balas en los vientres, los sueños de los emigrantes ahogados en las fábricas. LLorabas tú, anónimo, en el semen prematuro de tu hidalguía y en el ovario corajudo de tu femenina lucidez.

El indio llorón que llorase, quizá ni escribir supiera. En las minas no se aprecia la erudición. En los campos no se trilla con estilográfica.

Un buen poema, LU.
Tienes casi siempre lecturas imprescindibles.

Tu Viktor

Anónimo dijo...

No era con ánimo de ofender lo del "indio llorón". A mí, personalmente, me gusta mucho Vallejo.

Buenos motivos tendría para su lacrimoginería.

Lo único que Vallejo es material explosivo. "Manejar con cuidado". Sobre todo a la hora de escribir. Es fácil buscar en su "sensibilidad" y caer en la "sensiblería".

Vallejo sobre todo es un gran innovador del ritmo (ahí está Trilce para atestiguarlo). Algo que puede pasar desapercibido.
Sin eso no sé si su poesía tendría el valor que vale.