lunes, 3 de marzo de 2008

Dicen que nuestra alma pesa

21 gramos.



Dicho así no parece más que simple mercancía.
Carne de aduana y trapicheo.

Y estamos en tiempos
de intermediarios y representantes y porteadores y asalariados
y convenios y productividad
y demás jerga del mundillo.
Tiempos, por abreviar, de mercadeo.

Teniendo en cuenta que hay 21 gramos disponibles
de una materia prima
escasa,


decidme


quién va a salir ganando
y por qué iba a tener que venderme
antes de muerto.

5 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Perfect !!

Lo has clavado. Buenísima interacción entre ciencia, razón, humor, verdad, coraje, resistencia, generosidad, poesía y vida.

Adrian, de verdad, éste es un GRAN POEMA.

Transmite con perfección inefable una sencilla verdad que por poco oída parece extraordinaria.


Tu Víktor

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Perfect !!

Lo has clavado. Buenísima interacción entre ciencia, razón, humor, verdad, coraje, resistencia, generosidad, poesía y vida.

Adrian, de verdad, éste es un GRAN POEMA.

Transmite con perfección inefable una sencilla verdad que por poco oída parece extraordinaria.


Tu Víktor

Víktor Gómez Valentinos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

adrián... quién si no.

yeah, este chico me encanta!

Anónimo dijo...

Invertir, comprar, vender, cotizar en el mercado de valores, canjear. O también atesorar celosamente nuestros valiosos 21 gramos.
Me has hecho pensar, y definitivamente, me decanto por regalarlos.
Los 21 gramos, consumirlos en las 4, 3, 2, 1 personas que lleguen a merecerlos. Y dejar a la muerte con las sobras de la carne seca.
Un saludo ;)